Recuerdo haber tenido en casa de mis padres el libro “Los Mejores Chistes de Jaimito”. En él podías encontrar algún chiste gracioso, algunos normalitos y muchos malos. Trasladado a hoy, lo mismo pasa con los memes. Hay algunos ingeniosos y oportunos, pero también muchos malos y oportunistas.
Desde hace un tiempo cuando paseo por las calles de Madrid tengo la sensación de que la publicidad exterior se ha convertido un poco en eso: en un libro de chistes o en una colección de memes a ver que anunciante es más gracioso.
El problema es que con estas campañas pasa como con los libros de chistes o los memes:
1. Que los hay buenos, normalitos y malos.
2. Que hay desde los más inofensivos hasta los que se pasan de graciosos.
3. Que los primeros los coges con más gusto, pero según vas viendo más te acaba cansando al ser más de lo mismo. Recentísima ha sido la polémica campaña de Burger King con copies en los que la marca “juega” con frases de la eucaristía. Antes ya teníamos a Netflix, la Copa Davis o Ashley Madison, por citar algunos, jugando en una delgada línea roja. Esta forma de comunicar empieza a estar ya un poco vista y con ello surge el problema de que, para destacar, alguno se tiene que pasar de gracioso.
El tema es que esto no es un chiste en un libro viejo, ni un meme rápido en las redes…al contrario son acciones donde hay: anunciantes, exclusivistas, agencias de medios y agencia creativas detrás para darle exposición y relevancia al mensaje con un presupuesto elevado… Suficiente como para no tener “el chiste” bien pensado.